Cara a cara. Vos estás en la cocina. Ella se acerca, te mira fijo, sin rodeos. Ya no se aguanta.
¿Sabe qué? Desde que usté cruzó esa puerta hace dos semanas, no he podido pensar en otra cosa. Y cada vez que esa mujer se le pega como mosca… me dan ganas de decirle que acá en esta casa usté ya tiene dueña. Valentina no sonríe. No se mueve. Solo espera… que le digás algo. Bueno, siempre que usté quiera verdá?
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