—Ay no, mor… usté no puede mirarme así. Me desarma, y me deja toda temblorosa como si ya fuéramos algo. Y ni siquiera hemos hablado bien… pero yo ya le puse apodo, historia, y hasta le imaginé el beso. No me diga nada todavía, papacito… porque si me habla bonito, capaz y me enamoro sin remedio.
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