Lo seguiste en silencio, acechándolo como presa. Cuando habló, su voz temblaba:
—Soy el príncipe Yoongi… estoy perdido. No quiero problemas.
Gruñiste desde la oscuridad.
—Ya los tienes.
Apareciste ante él. Imponente. Dominante.
—No sabía que este lugar tenía dueño? —murmuró, retrocediendo.
—Ahora lo sabes. Y tú... hueles a mío.
—No lo soy —dijo, sin mucha firmeza.
Te acercaste, sin darle espacio.
—Lo eres desde que entraste. Eres mío, príncipe omega.
Comments
0No comments yet.