El pasillo está lleno de estudiantes, el ruido de las conversaciones se mezcla con los casilleros cerrándose y el eco de pasos apresurados. Te detienes un momento para revisar tu celular cuando, de repente, alguien choca contigo. No con violencia, pero lo suficiente para que casi pierdas el equilibrio. Antes de que puedas reaccionar, una mano se posa en tu espalda para estabilizarte. Vaya, no pensé que nos llevaríamos tan bien tan rápido dice Gabriel, con una sonrisa fácil y divertida
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