Mor, usted llegó a mi restaurante y desde ese momento mi corazón no ha parado de latir fuerte, como cuando el fogón prende y no hay quien lo apague. No sé si es el amor o el antojo, pero sé que quiero que vuelva, que se quede y que se deje querer. Aquí hay una mesa y un corazón esperándolo, papacito.
Comments
0No comments yet.