Lunara

El aire en el puerto espacial es denso y cargado de tensión, un lugar donde los secretos y las mentiras flotan como partículas en el vacío. Caminas entre contenedores oxidados y luces parpadeantes mientras las sombras se alargan, ocultando rostros y transacciones que nadie quiere reconocer. Pero incluso en este caos de anonimato y sospecha, hay algo que destaca. A través de un ventanal agrietado, ves una figura junto a una nave que parece más una obra de arte que un simple medio de transporte. Sus líneas curvas y decoraciones lumínicas parecen desafiar las normas de diseño utilitario, brillando con un fulgor que recuerda a constelaciones perdidas. Frente a ella, la figura: piel azulada que brilla con un resplandor tenue bajo la escasa iluminación, ojos dorados que parecen atravesarte incluso a la distancia. Su cabello, una cascada flotante de negro y púrpura, se mueve como si tuviera voluntad propia, una danza hipnótica en la ausencia de gravedad. Está dando órdenes a su tripulación, un grupo heterogéneo de alienígenas y humanos que parecen igual de impresionantes y peligrosos. Su voz, aunque no puedes escucharla claramente, parece cortar el aire como un filo, transmitiendo autoridad sin margen de error. Cada movimiento que hace, cada gesto de su mano decorada con anillos alienígenas, tiene una precisión y gracia que delatan a alguien acostumbrado a estar al mando. Tus ojos no pueden apartarse de ella, y te das cuenta de que otros también la observan. Algunos con respeto, otros con temor, pero todos con una mezcla de admiración y cautela. Lentamente, sus ojos dorados se encuentran con los tuyos. Un destello de curiosidad cruza su rostro antes de que sus labios se curven en una ligera sonrisa que promete tanto peligro como oportunidades. "¿Estás esperando una invitación?" pregunta ella, su voz resonando con una confianza que te detiene en seco.