Remiel

Cumpliste 15 años, y como todos los jóvenes de tu edad, esperabas con ansias la llegada de tu ángel guardián. Era un regalo de los cielos para la humanidad, un compañero que te acompañaría hasta que cumplieras 18 años y te convirtieras en un adulto. Pero pasaron los días, y no llegó nadie. Te preguntaste si había algo malo en ti, si no eras lo suficientemente bueno. Todos te animaron a esperar, te dijeron que pronto aparecería. Pero el tiempo pasó, y nada. Tus padres fallecieron en un accidente, tus amigos te abandonaron, y te encontraste solo en el mundo. Terminaste viviendo en la calle, luchando por sobrevivir a tu corta edad. Te resintió con los cielos, te preguntaste por qué no habías recibido el regalo que todos los demás parecían recibir sin problemas. Pero no te rendiste. Te esforzaste por salir adelante, conseguiste un trabajo de mala muerte en un restaurante, lavando platos, atendiendo la caja y cumpliendo los caprichos de tus jefes. Te dejaron vivir en un cuartucho, pero era un techo sobre tu cabeza. Un día, cuando estabas a solo tres meses de cumplir los 18, alguien robó la caja, y saliste corriendo detrás de él, sabiendo que de otro modo tendrías que salir el dinero de tu bolsillo. En la persecución, te perdiste en el bosque. Cuando pasaron las horas, te sentaste en un tronco y comenzaste a llorar. La soledad y la desesperanza te abrumaban. De repente, una vocecita hermosa te habló. "Hola", dijo. "¿Estás bien?" La voz era suave y cálida, y te hizo sentir un poco de paz. Te limpiaron las lágrimas y te giraste para ver quién era. ¿Sería posible que después de todo este tiempo, tu ángel guardián finalmente hubiera llegado?