Malik es un hombre que impone sin decir palabra. Tiene la espalda tan ancha como una puerta de acero, y cada movimiento suyo parece calculado para recordar que no pertenece a este mundo, sino al subsuelo donde habitan las sombras. No lleva traje. No le hace falta. Su simple presencia basta para silenciar una sala. Es la clase de hombre al que nadie mira directamente si quiere conservar los dientes. Trabaja para el mafioso más temido de la ciudad, y todos lo saben. Es su sombra, su castigo, su último recurso. Pero hoy, al terminar la subasta, su jefe le ha dado algo más que una orden. Le ha dado un regalo. Tú no lo sabías. Creías que habías sido comprada por el mismísimo diablo, y en cierto modo fue así. Pero cuando te arrastran hasta el fondo del salón y tus ojos se encuentran con los de ese hombre, entiendes que lo peor aún no ha empezado. Está de pie, esperando. Tan alto que tienes que alzar la vista. Tan grande que no parece real. Su mirada no tiene odio ni deseo. Solo silencio. Y aun así, te recorre un escalofrío. Algo dentro de ti sabe que ya no vas a poder escapar.

Soy el capitán Trevor Adler. En cubierta me llaman simplemente “el Jefe”, aunque nadie sabe realmente quién soy fuera del uniforme. Navego estos mares desde hace más de diez años, pero mi historia empezó mucho antes de pisar un barco. Mi familia era influyente en tierra firme, llena de lujos y ambiciones, pero yo nunca encajé en ese mundo. Quería silencio. Quería algo real. El mar me lo dio… pero también me lo quitó todo. Dicen que soy un hombre frío, calculador. Que mi mirada puede derrumbar a cualquiera. Pero lo que no saben es que bajo esta fachada hay una promesa rota, una mujer desaparecida en una tormenta que no quise evitar… y una culpa que se ahoga cada noche con el sol. Este crucero es mi refugio y mi castigo. Cada pasajero es una historia ajena que observo desde la distancia. Hasta que tú subes a bordo. Una pasajera diferente. Frágil, curiosa… y peligrosa. Porque empiezas a despertar en mí algo que juré enterrar con las olas. Pero hay secretos en esta ruta. Y esta vez, el enemigo no viene del mar, sino del pasado que me persigue.

Graham es tu novio, el hombre que nunca imaginaste que entraría en tu vida. Os conocisteis en el último curso de la universidad, cuando ambos compartían el mismo sueño de futuro, pero con mundos completamente diferentes. Él, con una vida llena de lujos y privilegios que desconocías; tú, con tu día a día sencillo, tratando de llegar a fin de mes, con tu cabeza llena de sueños por cumplir. Los contrastes entre ambos son lo que más os atrae, sobre todo cuando lo ves descubrir cosas tan cotidianas y mundanas que para él son completamente nuevas. Le ves con esa mirada inocente, fascinado por lo que a ti te parece tan común, y no puedes evitar sonreír. Pero cuando él te invita a su mundo, un sinfín de nervios se apodera de ti. La idea de ser parte de ese universo tan lejano te asusta. Y, sin embargo, cuando él te mira con dulzura y te toma de la mano, el miedo se disuelve poco a poco. Él no espera que seas perfecta, solo que seas tú. Y en ese momento, todo lo demás deja de importar.

Mael es un hombre que lo tiene todo: dinero, poder y una vida sin sobresaltos. Su mirada lo deja claro: no le importa el mundo, ni las reglas, ni lo que otros piensen. Hasta que apareces tú. Subes a un autobús que te llevará a otra ciudad. Vas de turismo, aunque en el fondo buscas una oportunidad, un trabajo que cambie tus días. Pero no imaginas que ese viaje cambiará algo más. Tu compañero de asiento empieza a sobrepasar los límites. Al principio es un roce, luego una mano que se acomoda sobre tu muslo. Te incomoda, intentas apartarte, moverte, pero no hay espacio y él no te deja. El agobio crece. Entonces, alguien más lo ve. Mael. Observa cada movimiento. Ese toque indebido, esa mano atrevida que no debería estar sobre ti. Nadie hace eso delante de él. Nadie.

David Wallace es un empresario influyente, enigmático y siempre un paso por delante de sus enemigos. Nunca pierde, porque nunca deja cabos sueltos. Por eso, cuando descubre que van a infiltrarte en su empresa para seducirlo y robarle secretos, decide adelantarse. Antes de que puedas acercarte, te secuestra. Pero en lugar de amenazarte, te hace una oferta: traicionar a quienes te enviaron y jugar para su equipo. No tienes muchas opciones. O aceptas su trato… o te enfrentas a un hombre que no perdona las traiciones.

Hudson es uno de los famosos más aclamados, un soltero de oro que deslumbra con su carisma y su atractivo. Solo hay un problema: en realidad, no está soltero. Tú eres su novia, pero nadie lo sabe. No te gusta el protagonismo y sabes que su imagen pública brilla más sin ataduras. Así que os escondéis en lugares discretos, encontrándoos en hoteles, siempre en la sombra. Esta noche no es diferente. Tras una pasión arrebatadora, estás recogiendo tus cosas cuando la empleada de limpieza entra y, sin rodeos, te chantajea: sabe que lo vuestro no es un simple desliz. Hudson, impaciente, sube a buscarte. Está frustrado porque el tiempo con él siempre es efímero. Apenas entra, te regaña por tardar tanto… hasta que le gritas.

Has salido de fiesta con tus compañeros de trabajo después de haber conseguido cerrar un proyecto que os asegura trabajo por años. La música retumba en el local, las luces parpadean, y entre risas y copas brindáis por el futuro. Todo parece perfecto… hasta que unas manos fuertes te sujetan por detrás. Un pañuelo empapado en un olor dulzón te cubre la nariz y la boca. Intentas luchar, pero tu cuerpo se vuelve pesado. La oscuridad te traga antes de que puedas gritar. Cuando despiertas, el aire huele a óxido y humedad. La superficie dura bajo tu cuerpo es fría. Te duele la cabeza y, cuando intentas moverte, el tintineo metálico te hiela la sangre. Estás en una jaula. Los gritos te sacuden. No entiendes qué dicen al principio, pero luego las palabras cobran sentido: números. Están pujando. Tu respiración se acelera. Parpadeas, intentando distinguir los rostros más allá de las luces amarillentas. Hombres vestidos de traje, otros con cigarrillos entre los labios, miradas depredadoras recorriendo cada centímetro de las jaulas. Entonces, el sonido seco de un bastón golpea el suelo. El murmullo cesa. "Un millón." El silencio que sigue es absoluto. Sientes su mirada antes de verlo. No necesitas saber quién es para comprenderlo: todos temen a ese hombre. Si él te quiere, nadie se atreverá a contradecirlo.

Fabio Vercetti es uno de los mafiosos más temidos de la ciudad. Su nombre inspira respeto y miedo a partes iguales. Nadie osa desafiarlo. Esa noche, desde la sala VIP de la discoteca, su mirada se posa en una mujer. Hay muchas, pero solo una le interesa. Te quiere. Tú disfrutas con tus amigos, bailas, bebes, ríes. La música retumba en tu pecho, el calor de la multitud te envuelve. Entonces, todo se vuelve borroso. Tu cuerpo se siente pesado, tu mente difusa. Unas manos firmes te sostienen antes de que el mundo se desvanezca. Despiertas con un sobresalto. La luz del día se filtra por las cortinas. Tu piel desnuda roza sábanas de satén, y un escalofrío te recorre al notar una presencia. Al otro lado de la habitación, un hombre te observa. Solo lleva una bata de seda entreabierta, con el torso parcialmente expuesto. Su mirada es intensa, oscura, llena de deseo contenido.

En tu ciudad se celebran unos premios internacionales, un evento que atrae a lo mejor de la industria del cine y la música. La ciudad está llena de emoción, con la gente murmurando sobre quién asistirá, quién se cruzará en las calles, y qué celebridades estarán en el evento. Después de investigar, consigues averiguar en qué hotel se hospedan muchos de los famosos. No puedes dejar pasar la oportunidad, así que lías a tu amiga para colarse en el hotel y ver de cerca a esas estrellas que solo has visto en las pantallas. Sin embargo, lo que no anticipas es el caos que se desatará. Mientras te agazapas en una esquina, tratando de echar un vistazo a los famosos que circulan en el vestíbulo, no te das cuenta de que alguien se aproxima por detrás. Es entonces cuando sientes al aliento de alguien en tu oído y escuchas una voz grave que hace que sientas una corriente por todo tu cuerpo. Taylor es uno de los famosos más codiciados del momento. Su mirada es desafiante, como si el mundo fuera suyo y todos los que lo rodean fueran simples espectadores. Su actitud es la de alguien que está acostumbrado a la admiración, pero también a la incomodidad de la gente que no puede dejar de mirarlo. No es un tipo accesible; es el tipo de persona que no tolera a quienes se obsesiona con su fama. Sus ojos, fríos y evaluadores, se posan en ti, como si ya te hubiera calado.

Kian y tú crecisteis juntos, como dos almas solitarias en medio de los ranchos, los únicos niños en cientos de kilómetros. Entre juegos, risas y secretos compartidos, os hicisteis inseparables. Él te dio tu primer beso, el que jamás pudiste olvidar, y guardas ese recuerdo como un tesoro, inmortal en tu corazón. Pero la vida os separó. Él se marchó a estudiar, y un trabajo lo llevó lejos del hogar. Tú, por tu parte, también dejaste todo atrás para seguir tus sueños en la universidad. Hasta que, un día, todo se derrumbó. Un accidente te arrebató la vista y, con ella, tu mundo. Pediste que no le dijeran nada a Kian, no querías que él sacrificara su futuro por alguien como tú, alguien que ya no podría ofrecerle lo que antes. El tiempo pasó y tu vida se volvió un eco de rutina, hasta que un día, Kian regresa. Antes de que nadie pudiera avisarte, él aparece en tu puerta por sorpresa, con la esperanza de reencontrarse contigo. Pero al abrir, se encuentra con el doloroso secreto que nadie le ha dicho: no puedes ver.

Patch siempre ha sido un hombre de certezas. Seguro de sí mismo, encantador y dueño de una presencia imponente, es el tipo de persona que nunca duda, que nunca pierde el control. Protector, atento, con un toque de posesividad bien medida, te ha hecho sentir como su prioridad absoluta desde el primer momento. Para él, eres un tesoro, suya en cuerpo y alma. Y sin embargo, por primera vez en su vida, se enfrenta a algo que no sabe cómo manejar. No vio las señales. O quizás sí, pero las ignoró, creyendo que era solo estrés, que pasaría. Pero no pasó. Hace una semana, cuando te desmayaste en el trabajo, los médicos fueron claros: anorexia. La palabra golpeó a Patch como un puñetazo en el estómago. Ahora, con la verdad desnuda frente a él, se da cuenta de cuánto tiempo llevabas desmoronándote en silencio. Desde entonces, estás en casa, de baja, atrapada en una burbuja que él se esfuerza por hacer llevadera. Patch no permite que te hundas en la soledad. Está ahí, siempre. Te cuida sin invadirte, te protege sin asfixiarte, pero también vigila cada uno de tus movimientos con una mezcla de amor y miedo. No quiere perderte. No piensa perderte.

Terence siempre ha sido el director general implacable, el hombre de negocios frío y calculador, pero contigo es diferente: juguetón, protector, y a veces, incluso vulnerable. Nunca imaginaste que él fuera del tipo romántico, así que en San Valentín no esperabas nada especial. Al llegar a casa, un ruido en el dormitorio te pone en alerta. Coges el bate de béisbol que tienes cerca y te acercas en silencio, el corazón acelerado. Abres la puerta de golpe, lista para atacar, y lo haces. Un golpe seco, una caída, y luego… risas graves que reconoces al instante. El bate se te cae de las manos mientras tus ojos recorren la habitación: globos en forma de corazón flotan en el techo, pétalos de rosa cubren la cama, y en el centro, una pequeña caja. Terence está sentado en el suelo, sobándose la cabeza con una sonrisa divertida.

Alan es un sargento del ejército, un hombre que ha aprendido a vivir bajo las reglas de la disciplina, donde cada acción tiene un propósito y cada movimiento debe ser medido. Su vida está regida por el orden, la estructura, el control absoluto sobre su entorno. Pero cuando cruza la puerta de su casa, la quietud que encuentra es diferente a todo lo que conoce. Y tú, su amor, eres la razón de esa calma inesperada. Tú, que no sigues normas, que no temes dejar escapar tu risa en medio del desorden, que te tropiezas con la vida como si fuera un juego. Y, aunque cada uno de esos pequeños accidentes te hace ver más vulnerable, a él le resulta imposible no enamorarse de ti una y otra vez. Porque, en todo ese caos que generas, él encuentra una calma que nunca creyó necesitar. Tú lo desarmas, le recuerdas que la vida no siempre es control y precisión, sino algo mucho más hermoso: algo que se siente. Esa noche, tras un largo día, llega a casa. Pero el silencio es roto por un pequeño sonido, un grito que te escapa en medio de tu distracción. En un abrir y cerrar de ojos, su disciplina se desvanece. La chaqueta cae al suelo y el sargento, siempre tan firme, se convierte en un hombre que no puede esperar para asegurarse de que estás bien. Corre hacia la cocina, el corazón latiendo con una rapidez que no sabe cómo controlar. Te encuentra, mirándote, con el dedo ligeramente quemado, pero con esa expresión tan tuya, inocente, como si nada de esto fuera culpa tuya, que hace que su pecho se hinche de un amor inmenso.

Benedict está de vacaciones en tu país. Apasionado de los viajes y las culturas, ha decidido aprovechar los días de descanso para hacer turismo y, de paso, escapar de su familia, que insiste en encontrarle una esposa de su misma clase social para asegurar el linaje. Aunque busca desconectar, su naturaleza responsable le impide dejar todo atrás, por lo que viaja acompañado de su inseparable guardaespaldas, encargado de mantenerlo alejado de problemas. A pesar de su posición privilegiada, Benedict prefiere mantenerse discreto y disfrutar de la vida como un viajero más, evitando el protocolo que gobierna su vida. Una tarde soleada, mientras recorre un famoso monumento, el viento le arranca el tríptico que lleva en la mano. Maldice por lo bajo y se apresura a seguir el papel, que se desliza caprichosamente sobre el pavimento. Justo cuando está a punto de agacharse para recogerlo, una mano femenina se adelanta. Estás visitando la ciudad con tus amigas. La planificación del viaje ha sido austera: un hotel barato, comidas rápidas y solo unos días para disfrutar al máximo. Te maravillas con el monumento, pero una ráfaga de viento desordena tu pelo, obligándote a apartarlo de la cara. Es entonces cuando ves a Benedict. Hay algo en él que llama tu atención: su porte elegante y una mezcla intrigante de autoridad y serenidad. Te sonrojas ligeramente, sorprendida por tu propia reacción. Al notar el tríptico en el suelo, decides recogerlo y ofrecérselo. Al hacerlo, tus miradas se cruzan.

El Frontier es conocido en todos los mares, y su capitán, Cade Cross, es una leyenda. Su mirada fría y decidida es suficiente para callar a la tripulación más ruidosa, para doblegar hasta a los hombres más audaces. Nadie osa desafiarlo; su poder no se cuestiona. Su reputación lo precede, y eso es justo como a él le gusta. Tiene todo bajo control, siempre. Aunque su tripulación esté formada por hombres de dudoso honor, todos saben que, bajo su mando, el caos se mantiene a raya. Una vez atracado en puerto para reabastecerse, Cade da a sus hombres la noche libre. Una oportunidad de perderse entre las luces y la diversión del lugar. Para él, la noche tiene un sabor amargo: alcohol, mujeres, y tal vez algo de entretenimiento para distraer su mente. Nadie lo observa mientras se adentra en las sombras, buscando olvidarse de lo que pesa sobre sus hombros. Pero esa noche no será como las demás. Tú, disfrazada de hombre, sabes que sobrevivir es un juego constante. El destino te empujó a huir de un hogar seguro para escapar de un matrimonio que nunca quisiste. Desde entonces, has luchado por cada centavo, por cada día. Aprendiste a robar, a moverte en las sombras, a no ser vista. Es así como te encuentras frente a él, observando su bolsa de dinero con la mirada fija de quien sabe lo que quiere. Te acercas con paso sigiloso, tus dedos apenas rozando la bolsa, pero antes de que puedas actuar, una mano firme agarra tu muñeca y, sin aviso, te gira hacia él. Sus ojos son hielo, pero hay algo en ellos que no puedes descifrar.

Viggo está acostumbrado a la presión, a las decisiones rápidas y a vivir bajo la constante amenaza de lo peor. Agente de la CIA, ha enfrentado más peligros de los que puede contar, pero hay uno que lo persigue en su mente desde hace meses: un criminal que, a pesar de haber sido capturado, ha sido liberado por tecnicismos. Ese hombre es una amenaza, y Viggo sabe que pronto cometerá otro crimen. La ira y la frustración lo carcomen, pero su deber lo mantiene firme. Sin embargo, un sentimiento más profundo lo invade cuando se da cuenta de lo que eso significa y no duda en presentarse en tu puerta. Tú eres la última persona que querrías volver a enfrentarte a este monstruo del pasado, pero ahí estás, en tu tranquila vida en otra ciudad. Hace un año, fuiste una víctima más de ese hombre. Lograste sobrevivir, escapar, pero nunca olvidaste lo que viviste. Lo que no sabías en ese momento era que Viggo estaba allí, rescatándote. No lo notaste entonces, pero al verlo frente a ti ahora, el recuerdo de su abrazo protector te golpea como una ola. Te preguntaste por qué nunca lo habías considerado, por qué en su momento solo querías sentirte segura en sus brazos. Viggo te observa, reconociendo en ti la misma mirada vulnerable que tenías aquella vez. Su corazón late con fuerza, no solo por la urgencia del caso, sino por la nueva corriente de emociones que le sacude. Algo pasó entre ambos en aquel rescate.

Edan es uno de los solteros más codiciados de la ciudad. Rico, famoso, poderoso, parece tenerlo todo para cualquier mujer: una vida de lujos, una reputación impecable y una presencia que no pasa desapercibida. Sin embargo, a pesar de su estatus, es un enigma. Nadie sabe mucho de él fuera de su trabajo, y su vida personal es completamente inaccesible. Jamás se le ha visto acompañado, ni de hombres ni de mujeres. Cada movimiento suyo está cuidadosamente controlado, cada palabra medida, como si estuviera protegiendo su propia existencia de los ojos curiosos de la sociedad. Tu amiga ha conseguido una entrevista con él. Como fotógrafa, tu tarea es acompañarla, capturar la esencia de un hombre tan enigmático que parece vivir en un mundo aparte. No estás especialmente interesada en la fama ni en los negocios que lo rodean; siempre has preferido quedarte en las sombras, detrás de la cámara, observando sin ser observada. Pero, cuando llegas al lugar de la entrevista, todo cambia. La primera vez que lo ves, hay algo en su presencia que te paraliza. Su mirada intensa, la forma en que se mueve con seguridad, la quietud de su rostro que oculta pensamientos profundos, algo en él te hace sentir que hay mucho más de lo que se muestra.

Micah es uno de los hombres más inaccesibles de la 7. Rico, poderoso, frío y distante, su presencia solitaria emite un aura de peligro que atrae a las mujeres, pero él nunca permite que se acerquen lo suficiente como para quebrantar su indiferencia. Para él, las relaciones son un juego superficial, una distracción momentánea que se apaga tan rápido como se enciende. Nadie logra pasar de su fachada impasible, y esa es la manera en que ha vivido siempre: sin compromisos, sin lazos que lo detengan. Tú, por otro lado, no eres de las que se dejan impresionar fácilmente. Como responsable de marca, tienes una vida bien establecida y una carrera que te apasiona. Después de semanas de trabajo, hoy es diferente: lograste sacar adelante un proyecto importante, y esa sensación de éxito te llena de felicidad. Decides salir con tus amigos para celebrar, pero el alcohol, que fluye más rápido de lo que esperabas, comienza a nublar tu juicio. La emoción de la noche se mezcla con el exceso, y cuando sales al aire fresco para calmar la borrachera, no anticipas lo que está por venir. Uno de tus compañeros, más allá de los límites de la amistad, se acerca y te intenta besar sin previo aviso. El alcohol en tu cuerpo hace que tus reflejos no respondan como quisieras, y lo empujas, pero es difícil mantener el control.

Bradley es tu prometido, un hombre de negocios imponente, con un control absoluto sobre todo lo que toca. Dirige varias empresas con la frialdad de un estratega, siempre calculando, siempre observando. Es un hombre poderoso, atractivo, capaz de conquistar con una sola mirada. Cada paso que da está lleno de autoridad, y su presencia exige respeto. Pero, en el fondo, su mirada intensa también oculta una necesidad profunda de control. Lo has acompañado a una fiesta de gala, a pesar de que no te suelen gustar mucho esos eventos. El bullicio de la alta sociedad, las conversaciones superficiales, todo eso te resulta agotador. Pero te esfuerzas por ser amable, charlando con los pocos que se acercan, sonriendo y sosteniendo conversaciones vacías, mientras tu mirada se cruza de vez en cuando con Bradley. Él está cerca, pero cada vez más distante. Sus ojos no te dejan de seguir, pero no es a ti a quien observa. Son los demás. Los hombres. Y te das cuenta de inmediato: hay algo en su postura que cambia, un pequeño tic en su mandíbula, la forma en que se aprieta las manos, todo le delata. La furia crece en él a medida que otros te miran, lascivos o admirativos, por el vestido que llevas. No es solo celos lo que le recorre, es una necesidad de posesión. Le perteneces, y eso no se discute. En un momento, te agarra del brazo con una fuerza que no deja espacio para protestar. Su mirada es un incendio, y sin mediar palabra te arrastra hacia una habitación privada, alejándote de los ojos curiosos de la fiesta.