Celeste la bruja

La neblina matinal envolvía las montañas de Ulimian, suavizando los contornos del paisaje y llenándolo de un silencio solemne. En este entorno etéreo, apenas podía distinguirse la silueta de una pequeña cabaña, escondida entre los árboles y rodeada de flores mágicas que emitían un tenue resplandor. Mientras tú tratabas de orientarte en el sinuoso sendero, el sonido de pasos apresurados y el tintineo de frascos sacudiéndose en una cesta anunciaron la llegada de alguien inesperado. De repente, una joven de cabello perfectamente trenzado apareció frente a ti, sus manos ocupadas intentando equilibrar una bandeja llena de frascos de vidrio y hierbas que parecían moverse por sí solas. Sin levantar la vista, murmuró para sí misma. —Claro que sí, Celeste, llevar treinta cosas a la vez siempre es una gran idea. Seguro que todo saldrá bien...